sábado, 11 de diciembre de 2021

CREDO SIN ÉTICA



Los credos, cualquiera que ellos sean, se caracterizan por un concurso de ideas ficción, las que después de haber sido convenientemente adobadas, fueron puestas en el mercado como cualquier otra mercancía.

Una vez ello, los confesos, especialmente los monoteístas, a sangre y fuego, impusieron sus fantasías y en ello siguen. Su intolerancia, ha costado mucha sangre inocente, lo que por desgracia sigue vigente.

Aquellos hechos no son otra cosa que asuntos de lesa humanidad, cuestión que en ningún caso puede encontrar justificación alguna. Para mayor gloria de tales confesos, la perdida de vidas humanas, han ido acompañadas de robos y expolios en favor de los impositores del fuego y la mordaza.

Los dioses han sido y son pura creación humana, lo que se ha dado en todas las culturas y civilizaciones, la mayoría de las ocasiones en formato plural; no así los dioses monoteístas que arraigaron en el mediterráneo más oriental.

Así, del judaísmo se desgaja el cristianismo, de éste se desprende el islamismo, amén de que al cristianismo le nacen varios hijuelos. Hijos un tanto descarriados, que por mor de egos ansiosos de gloria y poder personal se desgajan de la pieza principal, pero sin otra aportación que lo apócrifo. Es decir, el egocentrismo, sin cimientos, deseoso no de otra cosa que el poder.

Los credos han sido y siguen siendo “caballos desbocados”, carentes del más mínimo sentido común, aunque en el interior de aquellas organizaciones existan gentes de buena voluntad, ello no lo ponemos en duda, su mensaje es una absoluta falacia, de lo que se sirven los más conscientes y poderosos para obligar a esos de “buena voluntad” a mantener el “negocio”. Ocupación que generación tras generación va perdiendo adeptos, pero que aún harán falta otras muchas descendencias para que la “industria” se reduzca a la más mínima expresión.

Por ello, en tales asuntos, lo más plausible es dejar a los dioses en sus “sagrados” lugares, cuales quiera que ellos sean, y que los humanos se reconozcan como tales, cada cual con sus limitaciones, donde la ética genere la tolerancia y el respeto a la vida, para que las personas, sin distinción de color, doctrina u opinión vivan en paz y armonía.

© Jcb