miércoles, 25 de noviembre de 2015

Delegantes y delegados







En la acrotera del frontispicio de nuestro edificio político, en la representación política de la ciudadanía, existen dos figuras, sin las cuales, nada sería posible, ellas son las figuras del: “delegante” y el “delegado”. Ellos son el único hecho vivo y cierto que configuran tal estructura del sistema, por ende su importancia es de vital importancia, ello cualquiera que sea el sistema electoral de representación de la vida pública de las naciones, basamento a la libre voluntad de las partes, las que a su vez conforman la ciudadanía que da vida y conforman aquellos pactos de representación política.


Ambas partes, desde su libre voluntad, deben ser corresponsables de sus actuaciones, deben obrar desde la mutua confianza y respecto de las “reglas de juego”. Por una parte, los que se postulan, a delegados, lo deben hacer desde el convencimiento de su capacidad de obrar y capacidad técnica sobre los asuntos que deben dilucidar y, además del compromiso y fidelidad, a la palabra dada a los delegantes, pues es un contrato de libre voluntad de las partes contratantes que concurren a tal acto.
Por otra parte, los delegantes, conceden o no su voto, a unos u otros, por mor de su libre capacidad de obrar, ello en base a la confianza que aquellos postulantes les otorguen.


Con tales herramientas, se constituye la justa organización del Estado de la Nación. Sin dichas premisas, los candidatos no deben serlo y, los titulares de la soberanía nacional, no deben delegar representación alguna.


Por desgracia, a lo largo de los años, hemos observado que dicho hacer, de unos y otros, en nada es semejante a lo que debe ser la vida normal del delegado y delegante de la ciudadanía en la representación política, quienes conforman la estructura orgánica del Estado, que es el aparato organizativo que armoniza las voluntades de las personas, que por una u otra razón, son miembros componenten de la Nación.


Entendemos que ello es debido a la falta de civismo y capacidad ciudadana que todos deben observar, los titulares de aquella “soberanía” y, los que se postulan como “delegados”, igual que los que terminan siendo “elegidos”.
Por todo ello, se hace imperiosamente necesario, que los individuos, se conviertan todos en personas libres y responsables; es decir, en ciudadanos, comprometidos, y compendiados por sí mismo y por la sociedad que libre y responsablemente todos conforman.


Es la única forma de alcanzar la dignidad de ciudadanía responsable y creadora de sociedad.



© Jcb



martes, 24 de noviembre de 2015

Crimen social





La paciencia es la fortaleza del débil
y la impaciencia, la debilidad del fuerte.
Immanuel Kant.



Crimen social, no es otra cosa que la violación de los derechos de las personas, ya como individuos, ya como miembros de una colectividad.

El crimen social, de común lo ejercen las personas físicas, las instituciones públicas de una nación, también, sin duda, las organizaciones internacionales públicas y las privadas. Todas son, cualquiera que sea su tiempo y lugar, organizaciones agresoras, hay gran suma de pruebas de agresión por aquellos que se arguyen el derecho de ejercer la violencia sobre terceros. En muchos casos, los agresores, son aquellos que piden el voto a los agredidos. Los que incívicamente, una y otra vez vuelven, por medio de su voto, a confiar en sus propios agresores.

La violencia sobre las personas, ya sea desde las instituciones de la nación, ya sea desde una organización privada, o desde las propias personas físicas, no son otra cosa que actos de lesa humanidad.
Son actos criminales, que en ningún caso tienen reparación, por mucho que sean condenados los responsables y ejecutores de aquellos actos violentos, tampoco son admisibles las disculpas, si ellas no van acompañadas de las correspondientes reparaciones de los daños.

Por ello, se hace necesario que cada cual, ocupe su tiempo y su espacio, con absoluto respeto al otro, cualquiera que sea la ideología y su actividad profesional. Lo que importa es la contribución, que todos y cada uno hacemos a los individuos y a la colectividad, lo que es una responsabilidad de todos. Hacer sociedad es un acto de civismo individual y colectivo. Donde el respeto al otro, es el punto límite de los derechos y obligaciones de unos y otros. Siendo los primeros obligados a ello, los gobernantes.

Contrariamente a lo que debe ser, las instituciones públicas son las más agresoras con los ciudadanos, a los que deben servicios y atenciones, pues no existen para otra cosa. La razón de ser y existir de los empleados públicos, ya sean empleados temporales (políticos) o fijos (funcionarios), es el servicio que deben, desde su empleo público, a toda la ciudadanía.

Todo lo que no sea así, es traición al deber de hacer y hacer bien, al margen de que son actos de lesa humanidad.

© Jcb






miércoles, 4 de noviembre de 2015

Sus risas






Se les ve reír y más reír, ¿de qué ríen, no
será por la felicidad que procuran
a quienes deben servir?, abanderan
la desgracia ajena, son bochorno.
Pura miseria humana, campano
sin valor, ignoran el honor, irán
hasta lo absoluto, abofetearán
la verdad con toda falsedad, en turno
de uno tras otro, niegan la libertad,
los sentimientos, y, de las gentes su
bondad, la villanía, es su ciencia de
sabiduría, es el vacío en su actividad,
sus hechos son el gran agujero, grisú
para volar la ciencia de gobernarse.


© Jcb