Con la misma mano trasiegan su oración
y su justicia, atareados como están,
en su única verdad, la condimentan
con el universal celo de su razón.
Su constante necesidad, esa adicción
a la corrupta misión que conciertan
con sermón y en tal remisión acotan,
con permitida fábula esa su canción.
Con su poder de encarnación, decretan
buscar el viento del conspicuo pagador,
para el hacer en nombre de su señor “Dios”.
Es por ello que aún con garfios rotan,
toda comanda del patrón abrochador,
con celo cada día estar alodios.
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