martes, 23 de agosto de 2011

Mediocridad






Mucho es lo que se habla en los últimos tiempos de la mediocridad de la clase política. Sí, ya sabemos que es cierto, y que insistentemente han hecho méritos, para calificarles como tales. Ahora bien, no es ningún consuelo saber que de tales atributos, no solo goza la clase política española, pues si damos un vistazo, de norte a sur, de este a oeste, veremos que la clase política española no esta sola en tan “brillante saber, haber, estar y capacidad de gestión”. Pese a ello, en ningún caso cabe admitir aquello de “mal de muchos, consuelo de tontos”, por lo que hay que alzar la voz y decir: “vasta ya”, no admitimos más, ni durante más tiempo, a “vagos y maleantes”, “vividores del sudor ajeno”.

Aún así, para descargo de nuestra clase política, debemos ser conscientes, que es hija del pueblo que le sustenta, el cual sin duda, también goza de tales atributos. Adornos personales de los españolitos todos (1), que no es único, pues con carácter general (2), los españolitos somos muy holgazanes, indolentes, vividores del sudor ajeno (3), faltos de responsabilidad personal y social, chapuceros, carentes de gusto por el buen hacer, donde la excelencia “brilla por su ausencia” y proclives a la agrupación de “castas”.

Sí, decimos bien al señalar el termino “castas”, son casta, se comportan como tales, entre otros: los propios políticos; es decir, los que ejercen la política como profesión (4); son casta, los sindicalistas; es decir, aquellos que con abandono de su profesión, ejercen el sindicalismo como un hecho profesional; son casta, los empleados públicos; es casta el mundo de la judicatura; es casta el mundo de la medicina; es casta el mundo del profesorado; son casta el mundo de los medios de información; son casta los cuerpos eclesiales de las religiones; son casta los medios financieros, etcétera.

Hay solución a todo esto, sinceramente decimos sí (5). Ahora bien, lo primero que hay que hacer es una declaración de principios de ciudadanía, con un absoluto compromiso del justo y bien hacer, desde el jefe del estado, hasta el ciudadano que nació antes de ayer. “Llevar a buen puerto” a éste barco, que está que se hunde, es tarea de todo el pueblo español, el cual entendemos no es ningún pusilánime, pero exige “ponerse manos a la obra” sin más demora, retirando de la “escena política” a todos aquellos, que no son pocos, que tienen acreditada su incapacidad política, técnica y profesional, para administrar los intereses generales de la ciudadanía.

¿Cómo se hace eso?, pues mire usted, haciéndolo por convencimiento personal, que todos y cada uno de los ciudadanos, desde el primero hasta el “recién llegado”, con absoluta responsabilidad, tome las riendas de su vida y, cuando fuere preciso las del vecino, para que las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días al año, su trabajo, no ya solo que sea perfecto, cuanto que sí excelente; sabiendo que respecto de la sociedad y el estado que nos arropa, hay más obligaciones que derechos, sin olvidar en momento alguno, que donde terminan los derechos de un ciudadano, empiezan los del otro, nadie es más que nadie, artículo 14 de la Constitución Española. No pensar, en momento alguno, que “el papa estado”, es aquella “madrastra”, a la que todo el mundo acude y hay que “sangrar”, cuanto más mejor, porque no se queja. Saber que las leyes, desde quienes las dicta, hasta el “recién llegado”, están, desde el momento de su entrada en vigor hasta su derogación y, desde la primera letra hasta la última, aunque ella/s, no sea/n de nuestro agrado, para cumplirlas, cuya interpretación, de forma exclusiva, esta dada a los tribunales, en los términos que establece el artículo 3 del Código Civil.

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(1) sálvese el que pueda
(2) sí, ya sabemos que generalizar no es bueno, pero como hemos señalado, sálvese el que pueda
(3) de ahí que seamos tan proclives a la subvención, Ley 38/2003, de 17 de noviembre, que sin duda alguna, junto a sus normas de desarrollo, sin más demora, debe ser derogada, a fin de que cada uno de los españolitos, se gane su sustento, con su esfuerzo, personal y directo. Pese a ello sabemos que hay quienes deben ser atendidos con cargo a los presupuestos del Estado, pero para estos no hace falta subvenciones, el Estado debe atenderlos sin medianías tan costosas.
(4) pues políticos debemos ser todos los ciudadanos.
(5) absoluta utopía.

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