sábado, 14 de agosto de 2021

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Hemos de admitir que en el mundo de las cosas y los seres vivos, existen estados que son absolutamente gratuitos, los que están a disposición de los humanos sin coste alguno, razón por la que cada cual puede tomar cuanto quiera. De común es fácil rodearse de ellos, lo que no tienen la misma condición deshacerse de ellos.

Así, no exige gran esfuerzo ser: egoísta, indolente, pusilánime, descerebrado, embustero, felón, traidor, cobarde, vendedor de humo, analfabeto social, vago físico y mental preñado de prejuicios y tantos otros adjetivos calificativos con los que nos encontramos en el panorama social español. Estados que son los más comunes en toda la estratificación social de la plural sociedad española.

Sostenemos que los individuos que se adornan con tales calificativos u otros del mismo o parecido tenor, en ningún caso se los puede reconocer como ciudadanos. Pues la ciudadanía exige presupuestos éticos y el permanente bien hacer, así como la honestidad en el perfecto desempeño de su trabajo, cualquiera que el mismo sea, sin “racanear” nada en momento alguno. La profesionalidad exige disciplina mental y laboral, al servicio del empleo de cada cual, en todo momento, así como el justo bien común de las gentes, que es lo mínimo que se espera en el desempeño de la profesión de todos y cada uno de los individuos.


© Jcb


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